jueves, 24 de junio de 2010

Breve paso por Tailandia

Publicado por las niñas

Después de nuestro madrugón a las 3:30 para poder coger el vuelo a las 7:00, llegamos a Chiang Mai, una de las ciudades más importantes del norte de Tailandia. Solo llegar ya fuimos víctimas de nuestros amigos los taxistas, a los que por mucho que les indiques el lugar donde quieres ir te llevan directamente a la pensión de su hermano, primo o coleguita de negocios. Así que nos tocó andar con nuestras mochilas en busca de un lugar donde dormir, permitiéndonos antes un gran desayuno para reponer un poco de fuerzas y ánimos.


La señora del restaurante donde desayunamos era toda sonrisas y amabilidad, como la mayoría de personas que nos encontramos. En esta ocasión, Nàdia se quedó de vigilante de las mochilas mientras los tres buscaban habitación, que encontraron con éxito y a muy buen precio. Debido a nuestro cansancio, nuestro humor no estaba en sus mejores días, así que decimos descansar unas horas y dar tiempo a que el sol se escondiese un poco para poder dar una vuelta por alguno de los muchos templos de la ciudad y cenar por el mercado nocturno.


Después de tanto darle a los pies, Raúl se portó como un señor. Nos metió en un centro de masajes y nos invitó a una sesión de masaje de pies, de la que salimos encantados.


Nuestra primera visita al mercado no tuvo mucho éxito, ya que fuimos un poco tarde para poder cenar en los puestecillos de calle, así que tuvimos que conformarnos con una especie de food court que funcionaba a base de comprar unos cupones en una taquilla y luego ir a los diferentes puestos a pedir la comida.

Al día siguiente volvimos a desayunar al mismo sitio de nuestra amiga sonriente (las sonrisas eran cada vez mayores, la señora hizo el agosto con nosotros), y a decidir que hacíamos durante el día. No sabemos muy bien porque pero fuimos incapaces de decidir nada… nuestro espesor aumentaba y como las niñas querían ver a los osos pandas, nos fuimos para el zoo. Así que nosotras más contentas que unas castañuelas a ver koalas, hipopótamos,….y los dormilones osos pandas. Nos costó un par de intentos poder verlos en movimiento, ya que lo único que hacían era dormir a pierna suelta.



Después de pasar el día en el zoo, decidimos separarnos un rato y quedar para cenar… los niños se fueron a ver fútbol y las niñas al mercado nocturno a hacer de las suyas. Así que las dos sueltas con miles de tiendecitas, con dinero en el bolsillo y labia para regatear, nos convertimos en las reinas de las compras. En busca de alguna ganga, encontramos un sitio dónde cenar, y nos fuimos en busca de los chicos. Aunque llevábamos un mapa, no fuimos capaces a la primera de encontrar el camino de vuelta, y nos metimos por la calle donde te venden algo más que un masaje. Al terminar de cenar, cogimos un tuk-tuk (cosa que a Dídac le entusiasmaba) para cruzar la ciudad y la muralla que la rodea, llegar al hotel y descansar para el durillo viaje que nos esperaba al día siguiente.

Nuestro último día en Tailandia agarramos una furgoneta camino a Chiang Kong, pueblecito que hace frontera con Laos. Como llegamos algo tarde nos fue imposible cruzar la frontera así que nos quedamos a hacer noche en Tailandia mientras al otro lado del Mekong nos esperaba Laos.

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