Había llegado el momento final de decantarnos
por nuestro próximo destino. Las dudas seguían en el aire: nos vamos al Norte o
tiramos para el Sur. Y tantas vueltas le hemos dado que al final el destino
elegido ha sido otro bien distinto (vamos, lo que vendría siendo un “ni pa ti
ni pa mí”): la isla de Tenerife. Nuestra
principal premisa de cara a este verano era gastarnos poco dinero (de ahí
nuestra idea de no salir de la Península) pero al final y a base de buscar y
buscar vuelos baratos hemos encontrado uno a Tenerife muy ajustado a
nuestro presupuesto.
Así a bote pronto nos tomábamos este viaje
como una desconexión y relax total con nada más que hacer que disfrutar de las
playas de la isla. Pero sólo se necesita consultar un par de webs sobre lo que Tenerife
ofrece para darse cuenta que al final, poco descanso vamos a tener. Por un lado
existen multitud de senderos naturales que recorren la isla, todos ellos
encabezados por el magnífico Parque Nacional del Teide y los famosos e
imprescindibles acantilados de Los Gigantes.
Por otro lado nos espera una amplia oferta
cultural con varias ciudades con centros históricos muy interesantes, alguno de
ellos como el de La Laguna declarado Patrimonio
de la Humanidad por la Unesco. A esto sólo hay que sumarle la variada
gastronomía local y el carácter afable y extrovertido de los isleños para
obtener una combinación ya de por sí atractiva.
Y todo esto sin olvidarse de las magníficas
playas, del espectacular fondo marino con el que seguir disfrutando de uno de
nuestros hobbies preferidos y de la posibilidad de poder avistar desde
delfines, cachalotes, orcas, calderones incluso hasta las enormes ballenas
azules.
En definitiva, que con tanta cosa por hacer en
tan poco tiempo, sólo esperemos que al volver nos haya dado tiempo a olvidarnos
del tiempo!