martes, 29 de junio de 2010

El robobo del tutubbing

Publicado por Ra y Eva

La mañana que había empezado con un madrugón considerable para ver a los monjes mendigar y que acabó con una pequeña tormentilla no continuó de mejor manera que dijéramos. Después de almorzar nos metimos en otra mini furgo ( esta vez más mini aún y más apretada de peña) para pasar las siguientes 8 horitas de nada dando brincos en los asientos dejándonos a todos el culo bastante molido….nos encanta desplazarnos por Laos!!!

El destino final era Vang Vieng, la parada en Laos más turística.


Y es que hasta aquí se desplazan cada día cientos de mochileros locos en busca de juerga. De nuevo, suerte tuvimos de no estar en temporada alta y la verdad que el pueblo (que en sí no tiene nada de especial) estaba bastante tranquilo. Vang vieng es famoso por dos cosas: la primera sólo interesa a los jovencitos con ganas de alcohol y fiesta y se denomina tubbing, o lo que es lo mismo, meter el culo dentro de un neumático de caucho y bajar por el río parando de bar en bar localizados en ambas orillas. La otra y la que interesa al resto de gente que para aquí un par de días es el espectacular paisaje kárstico que rodea esta región.

Estaba claro que una vez aquí y después de encontrar alojamiento económico en unos bungalows la mar de majos, nuestra idea era constatar que ambas atracciones eran merecedoras de tanta fama.


Así pues el primer día agarramos unas bicis para explorar los alrededores del pueblo. La idea inicial era hacerlo en moto pero no sé muy bien porque acabamos montados en unas bicis que la verdad no es que estuvieran muy preparadas para tal aventura. Alguien con dos dedos de frente alquilaría unas mountain bikes para recorrer unos caminos de cabras pero no los iluminaos de turno….nos hicimos con las bicis más baratas del pueblo…y si bien es algo bueno para el bolsillo no resultó serlo tanto para los traseros, espaldas y demás partes que acabaron sufrieron las consecuencias de unas bicis con cestito, sin marchas, sillón duro y con las cadenas saliéndose cada dos por tres.



Para más inri empezó a pegar un lorenzo de tres pares y el paseo que se presumía plácido acabó siendo una penitencia… eso sí, el paisaje nada más abandonar Vang Vieng es brutal… el camino es de cabras pero compensa el verte rodeado por unas montañas que parecen salidas de “Bola de dragón”…vamos, que estábamos todos esperando que de un momento a otro hiciera acto de presencia Son Goku con su nube mágica! Tras perdernos en los primeros dos desvíos acabamos dando con la cueva que queríamos visitar…y es que tanta montaña alberga una cantidad infinita de cuevas por descubrir. Al llegar a la cueva, agotaditos de tanto pedaleo y tanto calor, vimos cómo para entrar debíamos subir hasta arriba de la montaña…ole,ole y ole. Finalmente conseguimos llegar a la entrada y ya allí nos quedamos con la boca abierta.


Ante nosotros se abría una cueva inmensa llena de grutillas por descubrir, estalactitas y estalagmitas y pasillos resbaladizos y una cámara dónde reposaba un Buda… si la gente de allí ha de pegarse la pateada cada día para rezar vaya moral que tienen… gracias al par de linternas que llevábamos no tuvimos ningún percance y pasamos cerca de una hora recorriendo el interior de la cueva.


Una vez fuera nos volvió el bochorno que habíamos dejado de lado por un rato y volver a la cruda realidad de otros 7 km de vuelta al pueblo…a las 2 de la tarde y sin comer…viva los listos! La vuelta estuvo entretenida esquivando cabras y ataques de vacas cabreadas (o al menos esa es la versión de Eva cuando tuvo que esquivarlas…). Esa tarde claro está que la pasamos descansando... en momentos así entiendo un poco (pero sólo un poco) a los turistas que encuentras tumbados en los bares del pueblo, con una birra en la mano y con la mirada fija en la tv viendo episodios interminables de “Friends” o “Los Simpsons”…. los hay que llegan para un par de días y a la semana los tienen que recoger vegetales del suelo del bar.

Y al día siguiente tocó probar la otra actividad estrella, el tubbing. La verdad que de ver varios vídeos en internet no teníamos muy claro que tanta fiesta fuera con nosotros. El tubbing se ha convertido en un negocio muy pero que muy rentable para el pueblo…como todo el mundo que pasa por allí lo hace, se permiten poner el precio que les da la gana por el alquiler del neumático…y la fianza que das nunca la recuperas al 100% ya que o bien por llegar tarde o bien porque vuelves sin neumático siempre acaban quedándose con una parte.

Pero ahí estábamos los cuatro con nuestras cuatro ruedas en la línea de salida sin saber muy bien cómo empezar aquello…y es que te chutan con el neumático pero no te explican las reglas del juego…aunque sólo hacen falta 2 minutos para descifrarlas de los simples que son: neumático al agua, culo al agua, que la corriente te lleve y esperar a que de los bares te lluevan botellas atadas a una cuerda para rescatarte del río y arrastrarte a los bares… con lo que nos costó meternos en el río y al minuto ya estábamos recogiendo la primera cuerdecita…qué fáciles que somos… y es que como hay bares a lado y lado la competencia es feroz… no sólo en cuanto a los precios de las bebidas sino en tener la atracción para soltar más adrenalina (tirolinas, luchas de barro, toboganes…).


A Nadia lo que más le costó fue asumir que tenía que meter el culo en un río con el agua marrón chocolate (debido a las lluvias y la crecida del río) pero una vez lo metió casi nos cuesta la vida sacarla de allí!

Del primer bar destacar el partido de volley barro que nos pegamos los cuatro y los saltos en tirolina de los chicos.


Ni qué decir que acabamos de mierda hasta en las orejas y que hubo algún que otro resbalón en el barro… medalla de oro para el señor Didac y su espaldarazo en plena pista que dejó cómo víctimas un bañador y una camiseta inservibles!


De ahí y tras remojarnos el gaznate con algo de bebida local fuimos bajando el río hasta parar en otros bares. Antes de afrontar la bajada de 1 hora por el río sólo con el neumático paramos en el último bar dónde había un divertidísimo tobogán en el cual Di, Ra y Eva disfrutaron como enanos.


Y allí empezó todo… y es que el problema del tubbing son los espabilados que ya lo han hecho y que cuando repiten pasan de pagar el neumático y deciden sisárselo a los despistados que los dejan en el bar sin vigilancia. A nosotros nos fue de un pelo ya que nos dimos cuenta que mucha gente cogía tubos que no eran suyos y nos apoderamos de cuatro…pero por confiados a la que nos dimos la vuelta nos mangaron uno….y en nuestra cara!!!! Indignados conocimos a 3 españoles más sin neumático así que tuvimos que bajar el río 7 personas en 3 neumáticos…de risa vamos. En el río ya empezamos a idear el plan para recuperar neumáticos y la fianza que habíamos pagado…y como los españoles somos los reyes de la picaresca nos costó 10 minutos encontrar el último bar con neumáticos disponibles…los pobres ingleses echándose unas risas y unas birras en el bar mientras abajo las tropas españolas recuperaban la isla Perejil en forma de cuatro neumáticos. Lo malo de todo es que además de pícaros, los españoles somos unos escandalosos así que de un robo de guante blanco pasó aquello a ser el robobo de la jojoya con gritos, risas y felicitaciones a plena voz. Resultado: los ingleses se dieron cuenta y algunos se tiraron al río sin dudarlo a nadar como posesos en busca de sus neumáticos sisados…vamos, que nos faltaban brazos para remar y salir de aquel embolao… unos de los ingleses pilló a dos de los españoles que nos acompañaban y les estuvo dando la brasa toda la bajada hasta que no recuperó el neumático. Los demás mientras, admirábamos los increíbles paisajes y disfrutábamos de la calma del río



…hasta que llegamos al pueblo a devolver los neumáticos y nos encontramos con todos los ingleses que esperaban que les devolviéramos su dinero…a lo que nos hicimos los suecos…que esto también se nos da de cine… Total, unas risas, unas copichuelas y una tarde la mar de divertida y con anécdotas que contar.

De ahí a Vientián donde nos separaremos de Nadia y Didac después de haber compartido 3 semanas muy intensas.

domingo, 27 de junio de 2010

San Juan en Luang Prabang

Publicado por Ra y Di
Nos levantamos a primera hora de la mañana para cruzar la frontera y empezar nuestro camino por Laos, un país al que ya le teníamos ganas desde que el año pasado planeáramos ir de vacaciones pero que al final todo acabó torciéndose.

La cosa fue bastante rápida y sin darnos cuenta ya habíamos salido de Tailandia, cruzado el Mekong y entrado en Laos previo pago de los 35 US$ que los españoles debemos soltar en concepto de visa. Una vez con el pasaporte en regla tocaba buscar la manera de llegar a Luang Prabang de la forma más rápida posible. La primera intención era la de pasar un par de días un poco más en el norte del país pero viendo que a nuestros compis de viajes se les acaban los días decidimos bajar directamente hasta el primer punto de visita obligado. La manera que utiliza casi todo el mundo que entra por la frontera del norte es la de una embarcación típica laosiana que tarda unos dos días en bajar por el río Mekong hasta Luang Prabang. Seguramente sea toda una experiencia (aunque dos días sea algo cansino) pero como a las niñas no les hacía ni pizca de gracia lo de la barca nos tuvimos que buscar una alternativa terrestre, algo más cara. En principio era un bus de 15 horas nocturno pero a última hora y por el mismo precio del bus nos pusieron una mini furgo que en teoría tardaba sólo 10 horas…aunque acabaron siendo casi 13.


El trayecto en sí, sino fuera por lo pesado de la duración, es un continuo impacto visual. Nada más ponernos en marcha ya nos dimos cuenta que Laos poco tiene que ver con su vecina Tailandia… para empezar únicamente dispone de una carretera decente que atraviese la parte norte del país…y por decente se entiende un camino a medio asfaltar lleno de curvas que si llueve se inunda y en el que hay que ir esquivando a vacas, cabras, perros y niños.


Otra diferencia es el paisaje tan brutal que vemos desde las ventanillas de la furgo…lástima que con tanto meneo no nos quedara ni una foto decente para enseñar… subimos montañas cubiertas de una niebla tan intensa que apenas te dejaba ver tres metros adelante… atravesamos selvas teñidas de un verde intenso y salpicadas de pequeñitos pueblos donde los niños corren descalzos en su mayoría e incluso sin ropa. A primera vista Laos nos parece mucho más pobre que sus vecinos pero a los locales parece no importarles demasiado ya que viven alegres y relajados… ha sido entrar en Laos y el tiempo parece haberse vuelto un poquito más lento.

Al final llegamos a Luang Prabang hacia las 10 de la noche pero encontramos alojamiento bastante rápido. Nos instalamos en una pensión en la calle central, muy limpia y baratita de precio, casi unos 6€ al cambio, con tv y lavabo propio. Esa noche comimos algo rápido y directitos a la cama…estábamos reventaos de tantas horas embutidos en la furgo.

A la mañana siguiente alquilamos unas bicis para recorrernos la ciudad, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco. Si tuviera que buscarle algún detalle para definirla sería el color. Luang Prabang está llena de casitas coloniales estilo francés de un blanco casi nuclear que se mezclan con el verde de los árboles que envuelven la ciudad, el naranja intenso de las túnicas de los cientos de monjes que la habitan, el dorado de los templos, el marrón del Mekong que la envuelve y por si no fuera poco por el tuti frutti de colores de las telas y lamparitas del mercado nocturno.


Tras visitar algunos templos y subir al monte que hay justo en medio de la ciudad para verla desde arriba nos fuimos a comer y a pasar la tarde de la forma más relajada posible…como ya he dicho Laos me ha sorprendido por el ritmo tan relajado que tiene y que te contagia nada más llegar…una alegría después del frenesís de Tailandia o de Kuala Lumpur.



Nos dimos una vueltecilla por el mercado nocturno (como no) e hicimos tiempo hasta que nuestro estómago empezó a pedirnos candela. La intención era cenar en algún puestecillo del mercado y probar las especialidades locales pero una “pequeña” tormenta nos pilló en mitad del mercado mientras asistíamos incrédulos a la desaparición del mercado por parte de los vendedores…vamos, que ni los que venden bolsos robados en Las Ramblas desaparecen tan rápido cuando viene la poli… así que nos quedamos medio tiraos y viendo que se nos pasaba la hora de cenar acabamos debajo del parasol de un puesto de baguettes que había allí mismo comiendo bocatas de pollo y atún con un pan algo revenío…


Una de las cosas que hay que hacer al venir a Luang Prabang es asistir al ritual que cada mañana tiene lugar en la calle y con los monjes de protagonistas. Sobre las 5 de la mañana los monjes salen a recoger alimentos que la gente local le mete en los cestitos que llevan mientras que los cientos de turistas hacen fotos como locos y participan de la ceremonia. Así que nos pusimos el despertador aunque no teníamos mucha fe en si nos levantaríamos…al final así lo hicimos (menos Dídac) aunque nuestro gozo en un pozo al ver que llovía a cántaros…así que mientras las niñas esperaban en el balcón de la habitación por si amainaba yo me volví a la cama. Al final, nada de nada y sólo salieron los monjes novicios y con paraguas… como iban tan flechaos casi ni los vimos así que todos a la cama a seguir durmiendo.

Por la mañana nos metimos un buen desayuno (Luang Prabang está llena de panaderías con croissants calentitos y café recién hecho que nos hemos puesto finos los 3 días…) y pillamos un tuk tuk para que nos llevara a ver unas cascadas a las afueras de la ciudad muy típicas de ver.


Al estar a principios de temporada de lluvias las cascadas no bajaban con demasiada agua pero aún así pasamos un buen rato en las piscinas naturales de color turquesa que se forman por el río. Nos aventuramos a meternos a pesar del día medio lluvioso y de lo fresquita del agua… hasta que unos pececillos empezaron a rodearnos los pies y a darnos pequeños mordisquitos…


Esa noche como despedida de Luang Prabang y para celebrar la verbena de San Juan nos dimos un caprichito y fuimos a cenar a un restaurante con jardín y a la luz de las velas una típica barbacoa laosiana. Te plantan en mitad de la mesa un cubo con brasas y tú mismo te cocinas la carne, verduras, noddles y sopa… todo junto y revuelto.


La cena estuvo muy divertida y nos pusimos ciegos de comida…y de bebida, para qué negarlo. Así que del restaurante al bar de al lado a seguir con unas birras y unos cóckteles más…vamos, que al final de la noche de camino a la cama íbamos la mar de contentillos… fue un punto final genial.


P.D: a la mañana siguiente, antes de coger un bus hacia nuestro siguiente destino volvimos a intentar lo de levantarnos a las 5 de la mañana para ver a los monjes... esta vez teniendo en cuenta que nos fuimos a dormir bastante tarde la noche anterior… el resultado fue aún peor si cabe que la primera vez. Nadia esta vez ni hizo el intento de despertarse así que los otros 3 nos despejamos un poco y medio en pijama bajamos a la calle hasta que oh sorpresa! … la dueña de la pensión había cerrado con llave la puerta principal…ya nos ves buscando y remenando cajones como posesos para poder salir…y nada de nada…de vuelta al balcón de la habitación para verlo desde allí hasta que oh sorpresa otra vez!...empezó a llover y sólo volvieron a salir los novicios con paraguas y a toda castaña…
Moraleja : no por mucho madrugar verás a los monjes mendigar!! 


jueves, 24 de junio de 2010

Breve paso por Tailandia

Publicado por las niñas

Después de nuestro madrugón a las 3:30 para poder coger el vuelo a las 7:00, llegamos a Chiang Mai, una de las ciudades más importantes del norte de Tailandia. Solo llegar ya fuimos víctimas de nuestros amigos los taxistas, a los que por mucho que les indiques el lugar donde quieres ir te llevan directamente a la pensión de su hermano, primo o coleguita de negocios. Así que nos tocó andar con nuestras mochilas en busca de un lugar donde dormir, permitiéndonos antes un gran desayuno para reponer un poco de fuerzas y ánimos.


La señora del restaurante donde desayunamos era toda sonrisas y amabilidad, como la mayoría de personas que nos encontramos. En esta ocasión, Nàdia se quedó de vigilante de las mochilas mientras los tres buscaban habitación, que encontraron con éxito y a muy buen precio. Debido a nuestro cansancio, nuestro humor no estaba en sus mejores días, así que decimos descansar unas horas y dar tiempo a que el sol se escondiese un poco para poder dar una vuelta por alguno de los muchos templos de la ciudad y cenar por el mercado nocturno.


Después de tanto darle a los pies, Raúl se portó como un señor. Nos metió en un centro de masajes y nos invitó a una sesión de masaje de pies, de la que salimos encantados.


Nuestra primera visita al mercado no tuvo mucho éxito, ya que fuimos un poco tarde para poder cenar en los puestecillos de calle, así que tuvimos que conformarnos con una especie de food court que funcionaba a base de comprar unos cupones en una taquilla y luego ir a los diferentes puestos a pedir la comida.

Al día siguiente volvimos a desayunar al mismo sitio de nuestra amiga sonriente (las sonrisas eran cada vez mayores, la señora hizo el agosto con nosotros), y a decidir que hacíamos durante el día. No sabemos muy bien porque pero fuimos incapaces de decidir nada… nuestro espesor aumentaba y como las niñas querían ver a los osos pandas, nos fuimos para el zoo. Así que nosotras más contentas que unas castañuelas a ver koalas, hipopótamos,….y los dormilones osos pandas. Nos costó un par de intentos poder verlos en movimiento, ya que lo único que hacían era dormir a pierna suelta.



Después de pasar el día en el zoo, decidimos separarnos un rato y quedar para cenar… los niños se fueron a ver fútbol y las niñas al mercado nocturno a hacer de las suyas. Así que las dos sueltas con miles de tiendecitas, con dinero en el bolsillo y labia para regatear, nos convertimos en las reinas de las compras. En busca de alguna ganga, encontramos un sitio dónde cenar, y nos fuimos en busca de los chicos. Aunque llevábamos un mapa, no fuimos capaces a la primera de encontrar el camino de vuelta, y nos metimos por la calle donde te venden algo más que un masaje. Al terminar de cenar, cogimos un tuk-tuk (cosa que a Dídac le entusiasmaba) para cruzar la ciudad y la muralla que la rodea, llegar al hotel y descansar para el durillo viaje que nos esperaba al día siguiente.

Nuestro último día en Tailandia agarramos una furgoneta camino a Chiang Kong, pueblecito que hace frontera con Laos. Como llegamos algo tarde nos fue imposible cruzar la frontera así que nos quedamos a hacer noche en Tailandia mientras al otro lado del Mekong nos esperaba Laos.

martes, 22 de junio de 2010

De compras por Kuala Lumpur

Publicado por parchis

Tras varios días de descanso en la playa nuestro siguiente destino era la capital del país, Kuala Lumpur y aunque no sabíamos muy bien qué nos íbamos a encontrar, sí éramos conscientes de que no sería la paz y el sosiego de las Perhentian.

Para empezar necesitamos de 4 tipos de transporte distintos para llegar: barco, taxi, avión y finalmente autobús…todo muy completito. Una vez llegamos a Kuala Besut paramos a desayunar en el típico bar tranquilito de pueblo…tranquilito hasta que nos aposentamos en una mesa y empezamos a abrir las mochilas y a sacar toda la ropa que llevábamos mojada de la noche anterior (nos cayó un diluvio estupendo como despedida). Así que ya os podéis imaginar las caras de la camarera y los 3 abueletes del bar al ver cómo íbamos tendiendo sobre las sillas los bikinis, toallas, pantalones e incluso alguna braguita (que las niñas son muy finas y usan braguitas).


 
Una vez en Kuala optamos por alojarnos en Chinatown…básicamente porque ahí es donde cada noche montan un mercadillo que pintaba ideal para que las niñas se distrajeran mientras a nosotros nos dejaban aposentados en un bar viendo partidos del Mundial. Esta vez fueron ellas las que se encargaron de buscar hotel y tras 10 minutos ya estábamos instalados en pleno centro de Chinatown.



El barrio en sí es un estrés que no para las 24 horas del día. De hecho, una vez que sales de Chinatown todo se vuelve más limpio y tranquilo.


 
Kuala Lumpur es una ciudad bastante similar a cualquier otra gran ciudad del Sudeste Asiático, con su centro de negocios de edificios altos y centros comerciales de lujo (que nos lo digan a nosotros que íbamos de lavabo en lavabo en cada centro que veíamos), un clima sofocante, unos niveles de polución altísimos que hace que tengas la sensación ( y en realidad es así) de que vas todo el día sucio.


 
La visita de rigor a la ciudad son las torres Petronas, en las que puedes subir gratis al puente que las une en el piso 41 para tener una panorámica de la ciudad.





Y aparte de algún que otro paseíto, la actividad se centró en patearnos todos las tiendas posibles en el mercado de Chinatown. Las niñas se han vuelto unas expertas en el tema del regateo mientras que nosotros nos dedicamos a observar desde la distancia y a poner alguna que otra cara de póker cuando es necesaria. Y es que aquí todo vale para conseguir el menor precio posible…desde ponerte a bailar la conga en plena tienda hasta poner carita de perro apaleao para ablandar al más fiero de los vendedores.

En lo relativo al comer, hemos estado comiendo en los puestos callejeros. Si no tienes un paladar exquisito y no eres muy tiquis miquis en la calle puedes encuentras mil puestecitos con todo tipo de comida. Nosotros optamos por barbacoa, hamburguesa de las más guarras que hemos comido y otros platos típicos malayos de los que ahora no recordamos el nombre…vamos, un menú completito,completito.


 
P.D: Ya están colgadas las fotos de Malasia, así que ya les podéis echarles un vistazo!

domingo, 20 de junio de 2010

Sin birras no hay paraíso

Publicado por Ra y Di

Tras un viajecito algo movidito en avión aterrizamos bien entrada la noche en Kota Bharu, un pueblo que no existiría en el mapa si no fuera por ser la puerta de entrada a las islas Perhentian. Lo malo de llegar a las tantas es que aquí los dos hombretones tuvimos que patearnos el pueblecito en busca de alguna opción pasable para dormir… al final la búsqueda tuvo su recompensa.

A la mañana siguiente agarramos un taxi local para llegar hasta el embarcadero de Kuala Besut… me río yo de la D.G.T en España….aquí las líneas en la carretera las pintan por hacer bonito y las normas de circulación se las pasan por el mismo retrovisor… Así que tras hora y media de llevarlos por corbata llegamos “justo a tiempo” para pillar el barco que salía para las islas… ( léase barco del primo del dueño del hotel donde dormimos la noche anterior, amigo del taxista suicida conchabao con ambas partes…vamos, que aquí los del mercadillo de Cornellà se frotarían las manos…)

Nuestra primera intención era dormir en la playa de Coral Bay, la playa más tranquila de la isla pequeña de las Perhentian. Pero nada más llegar y tras el primer “ohhh qué bonito” empezamos a darnos cuenta que la cosa no sería tan fácil como habíamos pensado… nada más plantar los pies en la arena apañamos un campamento provisional con nuestro hombre boya Didac mientras los demás buscábamos alojamiento. La misión principal del hombre boya es la de vigilar las mochilas, cosa que aquí el amigo lo hacía desde el agua y en posición bastante relajada.


Con lo que no contábamos era con el overbooking de la playa así que recogimos los bártulos y atravesamos la selva para llegar a la playa principal bajo un lorenzo de cojones. Coral Bay no acabó de cubrir nuestras expectativas puesto que al ser temporada alta la playa estaba plagada de barcas que no dejaban hueco para el baño y la relajación. Al llegar a Long beach dejamos a las niñas bajo una palmera y nos pateamos todos los hotelitos de la playa hasta encontrar uno con dos habitaciones para pasar la primera noche… el único que quedaba…menos mal.


Así que 3 horas después de llegar a la isla pudimos dejar las mochilas y empezar a disfrutar de lo que habíamos venido a buscar : aguas azul turquesas, buen snorkel y algo de desconexión.


Aún así nos habían hablado tan bien de estas islas que la verdad nos esperábamos algo más…no digo que no sean el paraíso pero sí que tanta publicidad le está haciendo mucho daño… saturación de turistas, playa sucia por la mañana tras una noche de fiesta y la cerveza por las nubes (no es lo mismo el paraíso sin una bien fresquita en la mano!). El resto del primer día lo pasamos en el agua…empiezo a dudar que el señor Didac no sea más un pez que una persona…el tío no salía del agua ni a la voz de “ a comer!”… por la tarde a ver el atardecer en Coral Bay…lástima de las nubes porque tenía pinta de ser memorable.



Al segundo día nos cambiamos de hotel y por fin dimos con uno algo más especial…casita en una punta de la playa con vistas al mar…aunque lo nuestro nos costó con la maldita recepcionista del hotel…la jodía nos lo puso difícil… y todo de regalo de cumple que nos hicieron Nadia y Didac...ole y ole...


Esa misma tarde las niñas decidieron ir a dar una vuelta hasta una playa en la que habían tortugas…la cosa no hubiese tenido más si no fuera porque el paseo que, en un principio y según 2 locales y 2 fumaos a quienes preguntamos, era de 15 minutos acabó siendo de hora y media….y es que atravesar la selva con chanclas, bañador y poco más trae sus consecuencias: la primera, la espalda llena de picotazos de mosquitos. La segunda, los piños varios bajando cuestas. Tercera, equivocarse de camino y cuarta, llegar con las chanclas rotas.


Lo bueno eso sí es que llegamos a una playa desierta (con la cual no contábamos) de putifa para darnos un bañito. Finalmente y por nuestros cojones llegamos a D’Lagoon, la playa con las tortugas. Por la noche y tras varios días a base de noddles y hamburguesas decidimos darnos un capricho y acabamos en un garito de españoles comiendo un buen filete que devoramos en apenas unos segundos.


Nuestro último día en la isla lo dedicamos básicamente a madrugar para nada (omitimos comentarios, somos así de listos) y a hacer una excursión de snorkel para nadar con tortugas, tiburones de arrecife y disfrutar de los corales y peces de estas aguas. Para Didac fue la primera vez y a pesar de casi quedarse en bolas al saltar del barco, le gustó la experiencia y la recomienda…eso sí, advierte de llevar bañador ajustado y saltar de espaldas en la barca. La última noche volvimos al bar de los españoles a darnos otro festín a base de pasta con langosta, tarta de chocolate y unos cuantos mojitos para hacer bajar la comida mientras charlábamos con uno de los chavales del bar sobre la vida…


Tras 3 días en las Perhentian nos vamos con un buen sabor de boca pese a no ser del todo lo que esperábamos…quizás seamos demasiado exigentes pero estoy seguro que si las llegamos a pillar hace un par de años hubiese sido espectacular. Y un consejo de Nadia y Didac aplicable a todo turista que nada más llegar de Europa se tope con Asia : bañarse en loción anti mosquitos a la vez que se unta de protector solar factor 50 haciendo una película viscosa en todo el cuerpo. El resultado de no seguir a rajatabla el consejo es acabar quemado en alguna parte del cuerpo y a la vez con picaduras de mosquitos… Con todo, una experiencia a repetir!