Publicado por Ra
Y así es como después de estar varios meses empollándonos la guía de China, a última hora cambiamos de planes y nos venimos a Filipinas…ole y ole. Así que aterrizamos en Manila sin mucha idea de dónde ir o qué hacer pero con una intuición: no queríamos pasar en Manila más que el tiempo justo y necesario para poder salir de allí. Y efectivamente al llegar a la capital de este país nos damos cuenta que estábamos en lo cierto, así que nos vamos directitos a comprar un billete de autobús que nos saque de la ciudad. Lo conseguimos a medias ya que cómo queremos ir a la otra punta de la isla el bus sale a las 7 de la tarde. Así que matamos un poco el tiempo y tenemos nuestra primera experiencia gastronómica filipina…ya que en el barrio en el que estábamos no parecía el mejor de todos para comer entramos en un establecimiento de Jollibee ( la cadena de comida rápida más famosa de Filipinas)… esperemos que haya sido la primera y última vez.
Finalmente agarramos el bus destino Legaspi (y a uno de los volcanes más activos que hay en la actualidad, el volcán Mayón) en el que nos esperan unas agradables 12 horas de camino en un bus con el aire acondicionado a -10º C (que aquello parecía más que estuvieras en Finlandia que no en Filipinas) y con la música a toda castaña… el deporte nacional es el karaoke y a todas horas y en todos lados oyes música. Y tras una noche entera sin dormir y sin apenas comer llegamos con el tiempo justo para agarrar una furgoneta (con aire acondicionado por supuesto…qué frio pasamos el primer día!) que nos lleve a Donsol.
Donsol es un pueblito de playa que podría pasar desapercibido si no fuera por un pequeño detalle…bueno, no tan pequeño…en realidad es uno de los detalles más grandes que te puedes encontrar mientras nadas en el mar. Donsol es conocido porque en sus aguas puedes nadar con tiburones ballena, esos pececitos de hasta 18 metros de largo que acojonan con sólo verlos. Desde que escogimos Filipinas como siguiente parada en nuestro viaje, Eva tenía muy claro que se bañaría con estos bichos así que para qué esperar más.
Además, la temporada va de enero a abril con lo que no estábamos muy seguros de si tendríamos suerte. Para evitar que nos carguemos a esta especie, tienen muy limitado el número de personas que pueden interactuar con ellos al día así que nada más llegar al pueblo nos fuimos de cabeza al centro de visitantes para asegurarnos plaza para el día siguiente. No hubo problema ya que ahora acaba la temporada seca y no hay mucho turista. Íbamos en un barco junto a dos chicas eslovacas que conocimos en el bus de 12 horas y otra pareja de filipinos (sólo permiten 6 por barco).
Una vez aseguramos plaza dedicamos el resto del día a pasear por el pueblo bajo un sol de justicia. En el hotel conocimos a una pareja de alemanes con los que charlamos un rato y nos fuimos a comer.
Al llegar de comer coincidimos con otro grupito de turistas que iban de camino a presenciar uno de los espectáculos más seguidos del país, una pelea de gallos. Ni que decir que Eva se negó en rotundo y se quedó en el hotel pero a mí me picó el gusanillo y sólo por curiosear me apunté. Por supuesto la pelea tenía lugar en las afueras del pueblo y medio a escondidas, pero eso no impide la gran cantidad de gente que se reúne para estos eventos.
Omitiré los detalles por respeto…sólo diré que fue una experiencia diferente estar allí y ver la pasión con la que lo viven los locales…y sobre todo los dueños de los gallos…allí llegan con su gallo debajo del brazo, acariciándolo constantemente como si de un hijo si tratara. La mayoría de ellos se vuelven a casa con un pollo pelado … así es como acaban los perdedores…pero allí se aprovecha todo…los que pierden acaban en la cazuela del puestecito de comidas y por unos pesos te lo venden con arroz…bon appetit!
Por la noche nos reencontramos con nuestros compañeros de barco y como 2 de ellos eran filipinos nos llevaron a cenar comida local por los puestecitos de la calle (raya con salsa de coco, cangrejo con verduras, cerdo picante…). Incluso nos querían hacer probar un balut pero ahí nos negamos en redondo…para los no entendidos el balut es un embrión de pato cocido con su cascarón…un manjar vamos.
Y el gran momento había llegado. A las 7 de la mañana nos fuimos al puerto, montamos en nuestra barca y zarpamos.
De repente desde el barco nos gritaron “al agua!” y sin pensarlo y en mitad del océano saltamos, sólo provistos de unas gafas y un tubo. Sólo diré que cuando metes la cabeza en el agua y ves un bicho de unos 15 metros pasar por debajo de tus pies te entra un acojone tal que te dan ganas de salir del agua echando leches...aunque sólo eres capaz de hacer un extraño sonido a través del tubo. Pero una vez te calmas y empiezas a nadar al lado de tan maravillosa criatura es uno de los momentos más brutales que puedas experimentar en el agua. Al final no tuvimos “mucha” suerte y sólo vimos a dos tiburones ballena (en plena temporada puedes llegar a nadar con más de 5) pero la experiencia se nos quedará grabada para siempre.
( a la espera de recibir alguna foto de nuestra experiencia con los tiburones ballena por parte de los dos chicos filipinos publicamos esta para que veais de qué se trata)
¡Hola pareja!
ResponderEliminarHace tiempo que no echaba un vistazo a vuestra web pero Giselle me iba informando. Al final hoy he entrado y claro, lo que pasa, ¡qué envidia! Nadar con tiburones, montar en un Dumbo, ver monos salvajes!!! Aunque lo de las horas en bus-congelador, la huelga, la comida a oscuras y las peleas de gallo (me solidarizo con Eva!) suena menos bien y me consuela un poco, muy poco pero algo es algo...
En resumen. Que me alegro mucho por vosotros y espero ser tan valiente algún día y lanzarme también a la aventura!!! Tenéis que poner una agencia de viajes alternativos, ahora :-)
Raúl, que te dije de quedarte en Australia... creo que no iré desencaminada, no? Hehehe.
Away we go,
Sílvia.
Oooohh que guapo! me apunto este lugar :P
ResponderEliminarMenos mal que solo comen placton jeje
Records!