viernes, 21 de mayo de 2010

Del más grande al más pequeño

Publicado por Ra

Una vez ya no nos quedaba nada más por hacer en Donsol nos adentramos en Las Visayas, el grupo de islas centrales de Filipinas. Nuestro problema era que teníamos que bajar lo más rápido posible hasta la isla más al sur de todo el grupo, Bohol, nuestra siguiente parada en ruta. En las Visayas todo se mueve a ritmo de ferry, de los cientos y cientos de ferrys que se cruzan de isla en isla…y ante este panorama, elegir el correcto es sumamente importante si no quieres quedarte estancado en alguna ciudad sin interés alguno…y más teniendo en cuenta que sólo tenemos 3 semanas en total para visitar el país.

Lo primero era tomar un jeepney que nos acercara al puerto más cercano. Los jeepneys son una especie de bus local y es el medio de transporte más utilizado. Todos ellos están tuneados con imágenes mil y pintados de vivos colores…y su capacidad, aunque en principio sólo quepan 20 personas, es ilimitada.


Tras un primer ferry de 3 horas llegamos a Masbate con la intención de coger otro que nos llevase a Cebú. El ferry tarda unas 12 horas y llegamos unos 20 minutos antes de que zarpe. Tal y cómo veíamos venir nos dicen que está todo lleno y que debemos esperar un par de días al siguiente… ni de coña…así que intentamos hacer presión para meternos aunque sea sentados en el suelo. Finalmente quedan plazas libres y subimos por los pelos junto con las 2 chicas eslovacas y la pareja de alemanes que conocimos en Donsol. Nuestra idea sobre qué tipo de barco nos íbamos a encontrar no acabó siendo la acertada. Esperábamos algo así como un piso lleno de asientos de madera o algo por el estilo. Nada de eso…aquí todo el mundo tiene su cama…bueno, su litera de plástico… cientos de literas confinadas en la cubierta del barco…y si viajas en económico como nosotros pues lo haces con los locales y sin aire acondicionado ( a veces te toca al lado del motor y pasas una calor insoportable).


Al final el trayecto acabó siendo gracioso y todo aunque dormir lo que se dice dormir poco…yo tuve la gran “suerte” de pillar cama justo al lado de donde dejaban a todos los gallos que van a pelear…así que cuando el primero de ellos se desveló hacia eso de las 3 de la mañana, los demás le siguieron y se hizo imposible conciliar el sueño…qué majos estos animalillos.

Y tras llegar a Cebú cogimos otro barco de 5 horas que nos dejaría en nuestro destino final, la isla de Bohol…no estaba mal, al final unas 36 horas viajando por mar pero conseguimos nuestro objetivo…a partir de ahora sólo iríamos subiendo de isla en isla hasta volver a Manila.


Bohol es una isla sin muchos atractivos, con una ciudad (Tagbilaran) bastante fea y con un único interés para nosotros… ejem, más bien para Eva… y ése era el de poder ver en semi libertad al tarsero. Si hace un par de días nadábamos con el pez más grande ahora íbamos camino de ver al primate más ancestral y uno de los más pequeños del mundo (en la palma de la mano caben unos cuantos)…y una vez visto no me cabe duda de que se inspiraron en este bichito para dar vida a personajes tan famosos como Gollum o Yoda.


Lo que hicimos fue alquilar una moto para todo el día y descubrir la isla a nuestro aire… lo de la moto también es de risa…el carnet te lo piden sólo para ver cómo son los carnets en el extranjero y ni casco ni leches…eso sí, se va de fresquito que da gusto porque aquí el sol pica con ganas…

La primera parada fue en el centro de conservación del tarsero donde pudimos ver a cuatro ejemplares. Son animales nocturnos y cada vez quedan menos así que verlos en el centro en su propio hábitat fue mucho mejor que verlos en jaulas.


Después nos dedicamos a ver pueblitos y sobretodo praderas y montes verdes…la verdad no nos esperábamos Filipinas tan verde y salvaje…ha sido una sorpresa la mar de agradable.


Como Bohol no es conocida por tener buenas playas le dedicamos todo el día al interior y hacia al mediodía llegamos a las Chocolate hills… una serie de cientos de pequeñas colinas que en otoño se cubren de hojas marrones y dan un aspecto como si se tratara de un campo lleno de bombones…


Allí volvimos a coincidir con los alemanes y nos fuimos de ruta por los pueblos menos trillados en los que apenas están acostumbrados a ver extranjeros…y se nota…durante todo el trayecto en moto, todos en la carretera, pueblos, casas se giran para saludarte y gritarte un “hellou” para que les hagas caso…lo mejor son los niños…Eva se pasó todo el camino con la mano en alto como si de la reina se tratara…otra agradable sorpresa de Filipinas es la gente local que nos estamos encontrando…ojalá todos los países en Asia fueran un poco más como Filipinas…la gente es sencilla y te saluda nada más verte, se acerca y se te interesa por ti…pero siempre en el buen sentido…son bastante tímidos pero con la mayoría consigues entablar conversación.

Bohol también está llena de iglesias antiguas y casi medio derruidas…aquí la religión es un tema muy importante…casi tanto como el karaoke.

Finalmente hemos pasado 3 días en la isla…no porque quisiéramos sino porque nos hemos visto obligados puesto que el ferry que queríamos coger el día anterior estaba lleno y tuvimos que hacer una noche más. Aprovechamos el día para ir al barbero en mi caso, hacer algunas compritas y pasear por la isla de Panglao. Finalmente conseguimos ticket para el día siguiente (no las teníamos todas con nosotros…) destino a la isla de Siquijor…pero eso ya es otro cantar.

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