Durante los últimos días hemos estado recorriendo parte del norte de Bali a lomos de nuestra moto que aguanta lo que le echen. Esta parte de la isla sería un poco como la cara B de los antiguos discos de vinilo… la comparación podría haber sido con los casettes típicos de gasolinera pero no quedaría tan cool tratándose de Bali. En los vinilos las mejores canciones o las más conocidas solían venir en la cara A y para la cara B siempre dejaban aquellas rarezas o remezclas no tan famosas pero a las que al final les acababas por pillar el gustillo hasta el punto de que al cabo del tiempo, empezabas a escuchar el vinilo por la cara B.
Pues esto es un poco lo que pasa con el norte de Bali. Para mucha gente es una parte totalmente desconocida en la que nunca llegan a poner los pies. Y es que para muchos (léase adolescentes…y australianos) Bali es sinónimo de juerga y playas. Y claro, si comparamos el norte con el sur sólo en estos dos aspectos está claro cuál de los dos sale perdiendo por goleada… las mejores playas, las de arena blanca, aguas cristalinas, olas perfectas para el surf y gente guapa son las del sur (Kuta y alrededores). Y en cuanto a lo de salir de fiesta, esto sólo existe en Kuta, capaz de satisfacer a tanta hormona suelta.
Y ahí radica el punto fuerte del norte… cada kilómetro que te aleja del bullicio y el ajetreo del sur te acerca más a la tranquilidad y autenticidad de la verdadera Bali. Aquí no importa que las playas no sean perfectas (es más, muchas de ellas son bastante feas). No importa que no existan los restaurantes de alta cocina. Que no se vean las mansiones de los adinerados. Aquí lo verdaderamente importante es que los locales te siguen recibiendo con los brazos abiertos, te hablan mirándote a la cara y sobretodo sonríen casi sin parar, como agradecidos por haber decidido a darle una oportunidad a su lado de la isla.
Los primeros días los pasamos en la zona de Amed, que es como se denomina a un grupito de minúsculos pueblecitos de la costa este.
En principio pensábamos estar sólo un par de días y al final acabamos alargando nuestra estancia y por falta de tiempo no nos quedamos más. Los que llegan hasta aquí se dedican básicamente al submarinismo y a la contemplación ya que no hay mucho más que hacer. Pese a tener muchos puntos de inmersión no es una zona muy famosa en Bali pero los que vienen se encuentran con aguas azules transparentes, unos corales de una viveza que no habíamos visto hasta el momento en Indonesia y una visibilidad tan buena que muchas veces sólo con unas gafas y un tubo puedes disfrutar lo mismo que a 20 metros de profundidad. Aquí se encuentran varios pecios (barcos hundidos) americanos y japoneses. Nosotros al ir algo escasos de dinero (se acerca el final y el bolsillo se resiente) sólo pudimos hacer snorkel pero nos lo pasamos en grande.
Amed es un pedazo escarpado de costa, con continuas subidas y bajadas y con el siempre presente volcán Gunug Agung como telón de fondo, que además de hacer el paisaje y las puestas de sol espectaculares sirven de base para los típicos hoteles con piscinas infinity.
Nosotros nos decantamos por la típica familia del pueblo que se ha montado un par de casitas con su restaurante para pasar los días. Ni qué decir que nos trataron como a reyes y que estuvimos muy a gusto.
Y cuando llegaba la hora de llenar el estómago, agarrábamos de nuevo la moto y nos dábamos una vueltecilla por los pueblos hasta dar con un puestecito apañao de algún lugareño. Los había incluso que directamente te ponían las cuatro mesas en plena arena para contemplar las estrellas…otro tipo de lujo distinto a los del sur.
Cuando finalmente llegó la hora de partir, seguimos por la costa hasta llegar a las playas de Lovina, ya en plena costa norte.
Aquí las playas, aparte de ser de arena negra como en todo Bali excepto en el sur, están al servicio de los locales y no de los turistas. En ellas descansan los barcos de los pescadores y no las toallas de los bañistas, mientras los niños corretean y se bañan desnudos. Aquí no se cuidan las playas… es normal que estén llenas de porquería… y los tramos dónde se ve la arena limpia tienen trampa… no limpian sino que esconden… vamos, que hacen un agujero en la arena y meten toda la mierda para volverlo a tapar con arena…de ahí que si juegas con la arena te puedes llevar más de una sorpresita…
Y cómo Lovina en sí no tiene mucho encanto lo aprovechamos de base para descubrir el interior de la isla, o lo que os lo mismo, la zona montañosa, o lo que es lo mismo, la parte dónde nunca hace sol y siempre está cubierta por nubarrones negros. No es broma, desde que estamos en Bali, siempre que miras hacia las montañas está cubierto por nubes, aunque en la playa haga un sol y un calor insoportables. Así que con nuestros chubasqueros y con la única manga que nos quedaba nos fuimos a explorar el interior. Es una zona que nos hubiese gustado el poder disfrutarla más ya que está repleta de trekkings entre arrozales, lagos y volcanes.
A cada metro que subíamos de altitud notábamos el cambio de temperatura. Desayunando en la playa nos moríamos de calor y a media mañana en plena montaña nos estábamos pelando de frío. Una niebla espesa nos esperaba en lo alto del camino… aquello parecía más un día cualquiera de trekking en Nepal que una excursión por Bali. Al final sólo pudimos llegar hasta uno de los templos hindú-budistas más importantes de la isla, que se encuentra en mitad de un pequeño lago ya que está dedicado a la diosa del agua y hasta allí se acercan a rezar y a pedir agua en abundancia para todos los campesinos de Bali. Y yo no sé si aquel día pasarían por allí cientos y cientos de peregrinos porque fue llegar al templo y empezar a caer un aguacero del copón que nos empapó de arriba abajo y que nos tuvo refugiados en los lavabos del templo hasta que amainó un poco. Aunque eso fue un puro espejismo ya que al pillar la moto para empezar el camino de vuelta volvió de nuevo la lluvia… en mi vida me he mojado tanto como durante las casi dos horas del camino de vuelta… hasta del casco de la moto me caían chorretones de agua… y sin un techo en el que refugiarnos en todo el camino! Así llegamos de mojados que han pasado dos días y la ropa casi se nos ha secado.
En fin, lo dicho, no hay viaje a Bali que se precie sin una motocicleta y ganas de aventura y de perderse por caminos remotos al otro lado de la masificada isla… da igual dónde te acabe llevando la carretera, seguramente al final de ella habrá algún balinés con una gran sonrisa y los brazos abiertos esperándote.
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